Septiembre ha traído una increíble circunstancia a Veracruz. Con todo y que el duartismo quedó sumamente desacreditado en casi todo el territorio, sus renovadas intenciones empiezan a notarse de diferente manera.

El primero que sacó la cabeza y la pluma Montblanc fue Javier Duarte de Ochoa, el exgobernador y cerebral jefe de ese movimiento político, reiterando su inocencia y contando a los medios y a la opinión pública su verdad y un ramillete de seleccionadas anécdotas sobre su actuación de casi seis años.

El segundo que asomó la cabeza fue Jorge Carvallo Delfín quien, acompañado de otros actores con experiencia en manosear la vigilancia de la fiscalización en el congreso estatal, insiste en colocar en el ORFIS a Sergio Vázquez, su reciente manipulación política. 

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El último de los generales duartistas que este mes apareció en Tuxpan para iniciar su segunda campaña a la presidencia municipal, fue Alberto Silva Ramos, quien quiere regresar a gobernar el terruño, creyendo que su comentada y popularizada trayectoria solo fue un mal sueño de verano. Para lograr ese propósito, presume a sus oidores el apoyo del senador chiapaneco Manuel Velasco, del PVEM, de MORENA y más que nada, el de las generosas damas de esa ciudad que no logran olvidar su inigualable gestión edilicia.

Del cisne Ramos debe tenerse en cuenta que es un prosaico escribidor de columnas en sus abundantes ratos libres. Sus peripecias en la función pública pueden leerse en el editorial ALBERTO SILVA: EL HOMBRE DEL BLUFF, publicado el 21 de octubre de 2016 en este portal de noticias. 

Y el regreso sin gloria que pretenden hacer estos tres personajes, se entiende que son acciones organizadas por esta triada estrictamente duartista, ya que su creador político se encuentra en alargada recuperación médica, seguramente acompañado por Érick Lagos, quien no ha dado color por estos lares. Debe recordarse que este último, junto a Duarte, Silva y Carvallo, se formaron en el fidelismo, como se ha difundido, “en un cuartito de dos por dos”, en el Senado. Tiempo después, al segundo día del gobierno duartista, Javier le dio tempranas gracias a Fidel y a su esposa, exigiéndoles que no metieran sus narices en Veracruz.

Pero volviendo a los tres mosqueteros de moda, surge una duda en torno a su repentino interés. Una pregunta básica. ¿Qué es lo que quieren en Veracruz?: acaso, recuperar su prestigio, “injustamente” deteriorado, o quizá pretenden convertirse en el principal grupo opositor, ante la “cobarde huida” de Yunes Linares y su gente, y el mutismo pachorrudo e irresponsable de Héctor y Pepe Yunes. O simple y llanamente vienen por lo que quedó del pastel jarocho, ahora en otras manos. 

Parece que la última opción es la única válida. Lo más probable es que ellos vengan por los cacahuates y los restos de botana que quedaron sobre el mantel de la fiesta en que convirtieron la tesorería veracruzana y los programas de gobierno en esos seis años de tragedia.

Falta saber si Cuitláhuac García y su grupo político, o alguna otra iniciativa social organizada, estén en condiciones de hacer algo por impedir esas sobrecogedoras incursiones e intentonas desestabilizadoras que en nada ayudan a Veracruz, un estado al que ya le sobran cárteles y grupos delincuenciales de cuello blanco.

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