Entre los mexicanos son famosos los polvorones de Veracruz. Pero algo que se aprende cuando se tiene entre las manos esa rica galleta de origen moro, es que, si por accidente cae al suelo o a una superficie dura, la quebradiza golosina quedará totalmente convertida en boronas, cancelando cualquier posibilidad de que el culpable de la torpeza pueda degustar su dulce sabor. 

Peor ocurre cuando el redondo producto proviene de la marca que lleva el nombre de la ya internacional señora Marinela Servitje. Lo que quede en el suelo solo servirá para el multitudinario disfrute de insectos y moscas.

El tema viene a cuento por la última historia de ficción que vivió el PRI veracruzano, y que se consumó la tarde de ayer, cuando Marlon Ramírez ascendió a la presidencia estatal del partido, superando a sus desgarbados y desganados contendientes, que no supieron trabajar con inteligencia para quitarle el cargo al zorruno exregidor porteño.

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Marlon le ganó tres a uno a Adolfo Ramírez, quien ni con los fieles seguidores de Silvia Domínguez pudo levantar simpatías y votos. Joel Arcos demostró de nueva cuenta que es bueno para mover el abanico, para jugar carambolas y para la orientación de la brújula.

Si a Marlon lo financió Yunes Linares o no, eso ya es anécdota para la sudada almohada del nuevo presidente estatal del partido. Por lo pronto, Claudia Ruiz Massieu vino a Veracruz a entregarle el bastón de mando y alguna prerrogativa. 

Por la mañana el diputado Héctor Yunes Landa salió a los medios para avisar que no asistiría al evento de asunción de Marlon. A Claudia la acusó de malas prácticas partidarias en Yucatán y Baja California. Dijo que la dirigencia nacional es sordomuda y hasta habló de un “tufito de complicidad”, sugiriéndole que mejor renuncie al cargo de presidenta del partido.

Parece que Héctor ya se habituó a las pérdidas (perdió los millones que le entregó Duarte para la campaña, perdió la gubernatura, hizo perder a Pepe, y ahora perdió la presidencia del partido). Pero también perdió la memoria, ya que el hombre de Soledad olvida que en no pocas ocasiones, él mismo dividió a los priistas veracruzanos, contribuyendo a llevar al PRI a su pulverización. 

Un quebradizo polvorón como lo es el actual PRI veracruzano, no puede convertirse en un portentoso polvorín de municiones y explosivos electorales que asegure una buena batalla política. La bofa intentona del ambicioso fofo así lo demuestra a Héctor. Las balandronadas y las palabras gastadas no ayudan a transformación alguna.

El fortificado polvorín que alguna vez fue el PRI estatal, se destruyó debido a constantes sabotajes contra la militancia, a frecuentes mojadas y robo de pólvora y a exceso de cartuchos de salva. Carlos Brito tiene la crónica. 

Y hay que aclararle la visión al denunciante. En su acusación de que los del centro dividieron al partido, Héctor cae en infantil error. No se puede hablar de división en Veracruz cuando el partido está absolutamente pulverizado y nadie representa nada. En estos momentos el PRI estatal no es más que tenue polvo del camino político nacional.

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