En la administración pública de un estado o un país, existen tres o cuatro temas que los gobernantes no pueden ignorar o hacer a un lado. La salud pública, es uno de esos asuntos torales. Y por lo regular, la misma población es la encargada de exigirla cuando fallan aquellos que deben funcionar.

Así ocurre en naciones como México. Cuando es obligada por circunstancias negativas, la sociedad suele actuar sin importar consecuencias, sabedora de que la salud es uno de los derechos sociales que consagra nuestra Carta Magna.

Sin embargo, en el sector salud estatal, pareciera que lo que allí acontece, va en dirección opuesta a los intereses de los veracruzanos.

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Con demasiada repetición se ha hablado de la Secretaría de Salud, en el sentido de que muchos de los cargos estratégicos de esa área se han otorgado a personas que vienen de estados vecinos como Puebla y Tlaxcala, lo que ocasiona que esos funcionarios foráneos pierdan horas de trabajo en sus frecuentes traslados a sus domicilios originales, cuyo costo pudiera estarse cargando a los presupuestos del estado.

Pero además de ello, existe el hecho -constantemente referido por la prensa- de que cientos de trabajadores fueron despedidos sin considerarse sus derechos, su especialización y sus años de antigüedad, para colocar a todo ese personal proveniente de otras latitudes.

Hacia el interior de la dependencia, se dice que debido a aspectos de esa naturaleza, el secretario del ramo no ha podido terminar de asentarse en el cargo. Ha sido más notoria su aparición en los medios, que sus resultados en pro de la salud veracruzana.

Ante esa situación, el pasado 4 de septiembre este portal presentó el editorial HIRAM SUÁREZ: INEFICIENCIA ESFÉRICA, donde entre otras cuestiones se dijo lo siguiente:

“Pasan los meses en el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares y el sector salud veracruzano continúa en franco declive, no obstante la llegada del doctor Arturo Hiram Suárez Villa a la secretaría estatal y a la delegación federal, con todo y el reconocimiento a su profesionalismo en cargos anteriores.”

“En oficinas y centros hospitalarios de la Secretaría de Salud, la deficiencia y la irresponsabilidad son claras y notorias, provocando inconformidades y quejas de la población, que constantemente dan a conocer los medios de comunicación.”

 “…Hasta ahora, ni Suárez Villa, ni nadie más del gobierno estatal, ha salido a informar cómo se atenderá el problema de la adquisición de medicinas, cuyo desabasto ya causa  problemas en el norte del estado y otras regiones…Sin embargo, la insensibilidad política y la ineficacia que demuestran los funcionarios yunistas, son la constante en el gobierno del bienio…Es inmoral criticar lo pasado, cuando no se atiende lo presente.”

Pero las semanas transcurren y las tragedias no acaban. Tal es el caso del uso de la fuerza pública en el municipio de Coxquihui, donde patrullas y policías fueron a “imponer el orden” ante una inconformidad social originada por la nula o pobre atención a una deficiencia sanitaria que afectó a indígenas totonacas y donde aparentemente por problemas respiratorios y vómito, fallecieron dos menores y otros más presentaron síntomas similares.

Eventos riesgosos, suscitados la semana anterior, a los que el doctor Hiram Suárez Villa no dio la importancia debida. Su falla desencadenó otras respuestas y otras fallas. Y la gente se pregunta, cuál era la necesidad de exponer al ejecutivo estatal y hacerlo ver ante la opinión pública nacional como un gobernante autoritario e intolerante.

Con la salud no se juega, dice una sabia conseja popular. Pero el daño ya está hecho: al gobernante, al sector salud y a los propios afectados, que ya sufrieron dos dolorosas muertes.

Ante el pésimo manejo que mostró el más alto funcionario a cargo de la salud en Veracruz, quizá el gobernador Yunes Linares evalúe lo ocurrido y cuando menos ordene un curso de capacitación al personal directivo y mandos medios, que los adiestre en el trato adecuado a la población y que adopten actitudes más sensibles a la desgracia y, sobre todo, aprendan que los pueblos originarios no están dispuestos a tolerar desdén, malos tratos e irresponsabilidad  del personal médico.

Por lo pronto, ya murieron dos personas y no hubo culpables ni responsables. Y vienen meses importantes donde lo que menos se requiere son fallas y negligencias en los servicios de salud.

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