A contrarreloj y casi sin dormir trabaja el diputado Sergio Gutiérrez Luna para poder concretar el sueño que tuvo hace escasos tres meses: una gozosa imagen en la que se vio apoltronado en un cómodo escaño de la Cámara de Senadores, resolviendo añejos problemas nacionales gracias a su elevado IQ. 

Para hacerlo realidad, primero se rodeó de sesudos políticos y avezados periodistas de Veracruz. Sólo con un equipo de tal portento podría alcanzar la ansiada meta revelada mientras dormía. Y ya medio consciente, y desde su alta posición en el congreso de la unión, como Presidente de la Cámara de Diputados que es, el legislador está convencido de que el salto a la estratósfera es más corto y que en ese estratégico brinquito no se siente ningún mareo.

Este nuevo descubridor de la política del golfo de México, ya dejó en el olvido a gentes como Eric Cisneros, Zenyazen Escobar, Manuel Huerta y también a los dos Ricardos empresarios de la cuadra morenista que ya se le habían adelantado en la carrera jarocha. 

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Y cuentan que cuando menos cien columnistas tropicales, vendedores de espejos y reses sagradas ya ven a este preclaro político oriundo de Minatitlán, como la verdadera solución para resolver la delicada sucesión veracruzana, para el caso de que Rocío Nahle -la zacatecana a quien le sobra constitución física y le falta un artículo de la Constitución estatal-, se convierta en la candidata a gobernadora que anuncian los dioses olmecas. Sergio es el bueno, afirman sus operadores del equipo de campaña, y además gritan orgullosos que van “con Tokio” y por tokio en el 2024.

Los generales gutierrezlunistas (que alguien desde la calle de Enríquez les llamó lunáticos) ya reunieron a los profesores de las secciones 32 y la 56 del sindicato magisterial, apretujados en un campo deportivo de la zona conurbada en Boca del Río (aunque se sabe que llegaron por propio pie y con tortas y refresco preparado en casa); también ha reunido en eventos diversos a los alcaldes grandes y chicos, a los cañeros y hasta al gremio de artesanos de catrinas. Los periodistas están felices porque ya tienen salón reservado en El Asadero y cafecito lechero en todas las Parroquias de Marcelino Fernández y en las franquiciadas.

Por todo ello, pueden decirle a AMLO que Veracruz ya también es un edén, igual o mejor que Tabasco, y que en su segunda patria todo está listo para la siguiente ocurrencia. El único detalle es que aquí hay diez que gritan insistentemente “esta boca es mía”. Gutiérrez Luna quiere encabezar la lista número dos para la gubernatura, y si no la consigue, sólo admite dos cosas: el escaño en el Senado o ir a la mesa principal de la cenaduría de su preferencia en la Ciudad de México, en Toluca o en Minatitlán.

Y si llega a la sede de gobierno en Xalapa, ya tiene asegurados grandes montos de recursos presupuestales para atender todos los rezagos que está dejando Cuitláhuac. También y en calidad de subsidios, tiene recursos para todos los apoyos, pensiones a profesores, seguros cañeros o programas para revitalizar con becas a modo, al sector periodístico, relanzado por él, con el generoso permiso de su amigo Andrés Manuel. Si Sergio alcanza el senado, tiene a todas las estrellas alineadas para el 2030 que será color guinda. Porque las deidades olmecas ya lo decretaron. 

 “El 24 todos a una, Sergio Gutiérrez y Veracruz a la luna”, podría ser un pegajoso eslogan de campaña en los meses siguientes. Si Cuitláhuac pudo, porqué Sergio no.

Pero estimado lector de palacio, de suburban o de a pie, no hay que confundirse con los mensajes encontrados en los rollos istmeños: el diputado presidente quiere la senaduría, eso es todo, y sabe que le costaría un ojo de la cara. Por lo pronto, y al estilo dantesco, también sabe tirar flechas a la luna, porque entre los morenistas, la lealtad y la traición son detalles de fecha.

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