Pareciera que los últimos corruptos de Veracruz se fueron con Javier Duarte de Ochoa, cuando este se convirtió en prófugo a principios de octubre de 2016. En ese tiempo Miguel Ángel Yunes Linares insistía en que, con él en el palacio, por fin llegaría la honestidad al gobierno de Veracruz. Y por fortuna para los sufridos jarochos, después del prohombre del estero de Boca del Río, hizo su aparición Cuitláhuac García Jiménez, hasta donde se ha podido conocer, una de las personas más decentes que ha parido la nación mexicana.

Cuando menos así debe ser la percepción que el presidente López Obrador tiene del ejecutivo estatal, si consideramos que con toda naturalidad ha repetido en diez ocasiones que Cuitláhuac es un gobernador honesto y bien intencionado. Ante tal insistencia sobre esa supuesta honradez, casi se podría afirmar que el mesías de la cuarta transformación, la ha conseguido en Veracruz, instalando junto al parque Juárez lo que podría ser la primera y más brillante catedral de la honestidad en su amorosa república.

Quién sabe si ayer en la conferencia mañanera cuando AMLO dijo que la sociedad debe dar seguimiento al caso Lozoya y a las muestras de corrupción en México, el mandatario excluyó a Veracruz y al gobierno actual, por ser un equipo impoluto y con extraordinarios resultados.

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Por eso a nadie debe extrañar que desde que comenzó la administración cuitlahuista, las actividades de contraloría, auditoría y fiscalización han sido reducidas a su mínima expresión. Para qué exigir las molestas revisiones de los contadores públicos y la transparencia en la gestión, cuando ya se dijo hasta el cansancio que hay un gobierno que no sabe de corrupción, de opacidad y de escasas cuentas. 

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Tampoco debe extrañar que el Órgano Superior de Fiscalización (ORFIS) -que debe entregar informes de 334 entes fiscalizables- , esté solicitando al congreso una segunda prórroga para entregar el Informe de Fiscalización de la Cuenta Pública 2019, pretextando los agobios de la pandemia (que lamentablemente podría alargarse varios meses más). La ley dice que dicho Informe debe entregarse en octubre de 2020, pero con ese argumento, solicitó y le autorizaron una prórroga a noviembre. Ahora, la auditora superior pretende una extensión del plazo hasta febrero de 2021. ¿Será que la fiscalización ha invadido los objetivos políticos de la elección intermedia de ese año?

O será que Delia González Cobos insiste en retardar la entrega del Informe, simplemente “Porque la transparencia es la mejor aliada de la democracia.”

La realidad es que, en estos dos primeros años con Cuitláhuac García, los veracruzanos han percibido resultados bastante pobres, Y si se habla de corrupción, solo podría decirse que no se observan muchas auditorías en proceso, y no ha habido suficientes licitaciones públicas, pero, eso sí, muchas asignaciones directas, sobre todo en obra de infraestructura y en adquisiciones diversas. De la calidad de las construcciones, con frecuencia los medios de comunicación y redes sociales mencionan deficiencias o retrasos. 

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Los mismos medios, por cierto, difunden excesos y corruptelas entre funcionarios, directivos y administrativos. Que si compraron o mejoraron ranchos, casas, terrenos y vehículos de alta gama; o que si visten al estilo de los lores ingleses y gustan de la buena vida con dotación de guardaespaldas y edecanes. Pero los detalles y pecadillos de esos progresistas sembradores del bienestar, los debe conocer mejor, el que los saluda en su capilla: don Eleazar Guerrero, el generoso cardenal de las finanzas de la catedral. 

Sabíamos que en Veracruz había tiburones, pero no cocodrilos, oiga usted. 

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