La fiscalía general del estado a cargo de la abogada Verónica Hernández Giadans vive una época de lozanía y verdor rozagante, donde la titular ha lucido vistosa, a la moda y hasta portando uniforme militar y armas seguramente reales, al estilo de las mujeres policía que salen en la serie televisiva del Señor de los cielos.

El problema de Verónica es que, a pesar de enseñar estéticos atuendos, entusiasmo y palabrería interminable, la instancia a su cargo no ha podido entregar los resultados que la sociedad exige. Las demeritadas circunstancias y fallas constantes de la fiscalía conducen a una sola calificación: ineficacia total.

Porque no es eficacia acudir a innumerables mesas de atención y reuniones con toda la élite militar y policiaca, como tampoco lo es la presentación constante de estadísticas, presunciones y promesas para salir del paso, cuando el desinterés oficial, la crecida delincuencia y la impunidad comprobada es lo único que observa la población estatal.

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Este mes de febrero está indicando que la titular bien podría dedicarse a los desfiles carnavalescos, ya sea subida en un carro alegórico o bien integrada a una colorida y ruidosa comparsa. ¿Y cuáles son esas fallas y circunstancias negativas?

Las más recientes tienen que ver con el secuestro y asesinato del señor Miguel Vázquez, el empresario ecoturístico y ambientalista de Tlapacoyan, cuyos restos aparecieron en la fosa de una “casa de seguridad” del crimen en esa ciudad, y donde los familiares y amigos del occiso han denunciado negligencia de la fiscalía. Este asunto ya es conocido en el extranjero, como otros donde también murieron ambientalistas, políticos o periodistas.

Otro más, ventilado en la prensa nacional hace cuatro días, es el de una señora supuestamente violada y torturada por los ministeriales para obligarla a reconocer un crimen que, a su decir, no cometió: el asesinato de la rectora de la Universidad Valladolid en Xalapa. 

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Otro pendiente más, igual de grave, el de la desaparición de menores y jóvenes en ciudades como Xalapa, Veracruz, Poza Rica, Orizaba y Córdoba, que acusan diversos colectivos de familias de desaparecidos, secuestrados aparentemente con fines de trata, y de lo cual aducen los quejosos que las autoridades están rebasadas y que ni siquiera hay una estrategia.

Otro asunto más en Boca del Río y Veracruz, son los constantes e interminables asaltos a personas que retiraron cantidades en efectivo de los bancos de la zona, como el robo de 250 mil pesos de la semana pasada. No hay investigaciones, no hay avances en las carpetas de investigación. ¿Todavía no hay avances sobre el cruel asesinato de Gladys Merlín y su hija?

Sobre las carpetas de investigación, que es una de las tareas donde dice la fiscalía que son campeones de la integración, habría que preguntarle a la dicharachera Verónica, por qué no avanza la solución del problema de invasiones y tala de árboles en el bosque de niebla en Coatepec, denunciado y reiterado desde hace más de dos años. ¿Acaso hay intereses políticos o comerciales?

Verónica Hernández fue a comparecer al congreso del estado hace pocos días. Habló con soltura de que la obligación es irrestricta, de asegurar que no exista impunidad y de que su lealtad hacia las mujeres y hombres siempre será mayor que cualquier desafío.

Pero Verónica no ha aprendido que la confianza no se consigue con juntas “de trabajo” y discursos, se logra con resultados concretos.

Ante la falta de resultados, la sociedad se pregunta cuáles serán los rezagos que se abatieron, aparte de los rezagos monetarios personales de la fiscal y sus funcionarios principales.

Verónica no sabe cómo dar resultados a los veracruzanos, esa es la única realidad.

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