(SPI/Édgar Ávila Pérez*).- La fábrica de cal de su padre, pasando por el llano donde jugaba retas de fútbol, y la escuela en las que sacar 5 de calificación era la peor pesadilla, forman parte de los recuerdos de José Francisco Yunes Zorrilla, hoy candidato a la gubernatura de la alianza PRI-PVEM.

En las faldas del Cofre de Perote, la octava montaña más alta de México y donde el frío cala hondo, PepeYu, como es conocido, nació y creció en una cuna de estirpe priista encabezada por su padre José Abraham Yunes Suárez, un hombre respetado y escuchado por la clase política.

Su hermano, Ramsés –al que de vez en vez le daba moquetazos a escondidas- era quien desde niño se perfilaba para dedicarse a la política y a José Francisco la familia lo veía hacerse cargo de los negocios.

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“Mi padre miraba que Ramsés despertaba gran simpatía en el Gobernador… Ramsés tenía carisma especial, es muy parecido a mi papá”, admite PepeYu a la distancia y con el cargo a cuestas de abanderar al PRI.

En un ejercicio para conocer a los candidatos de carne y hueso, se buscó a los cuatro contendientes a la gubernatura y sólo el panista Miguel Ángel Yunes Márquez se negó a la entrevista.

La cercanía con su padre, quien era visitado por presidentes, gobernadores, diputados y alcaldes, fue muy formativa en todos los sentidos para el abanderado priista, pero también su relación con sus abuelas Doña Consuelo (en el Distrito Federal) y Doña Matilde (en Perote) le enseñaron a ser un niño, joven y adulto disciplinado y bien portado.

En su terruño, llegó a jugar de medio izquierdo en El Independiente, un equipo llanero que disputaba puntos en canchas terrozas y a base de hachazos, pero hoy como dictan los canones, es americanista y priista de corazón.

“Soy americanista y soy priista y no voy a cambiar”, sentencia el hombre que en septiembre cumplirá 49 años de edad y que busca recuperar para su partido la gubernatura que perdieron de la mano de la desatroza actuación de Javier Duarte de Ochoa.

Las cuentas de la cal

Como una expresión de disciplina y de generar formación en sus hijos, el patriarca obligaba a los hijos ir a la fábrica de cal para que verificaran si los bultos pesaban lo que tenían que pesar y de paso les daba clases de matemáticas avanzadas.

Les preguntaba, por ejemplo, si el bulto de cal pesaba 25 kilos cuántos bultos hacían la tonelada; y cuántos bultos eran por estibas y cuántas toneladas cabían en un camión. “Nos poníamos un poco nerviosos… pero ya luego era memoria…”, suelta.

La casa de una planta y sus cuatro cuartos, metidos en la zona boscosa, también era el escenario para que el chamaco José Francisco espantara a su hermano Ramsés, tres años menor, y de paso le diera alguno que otro moquetazo.

“Había poca actividad en el cuarto, no teníamos tele en el cuarto”, relata.

Siempre dormían en la misma habitación y PepeYu regularmente se iba a la cama muy temprano, por lo que cuando llegaba Ramsés (hoy un comunicador ampliamente conocido en Veracruz), le metía sustos marca Diablo y, “algunas veces”, los trancazos llegaban al menor del clan.

“Siempre fue muy solidario Ramsés, nunca rajó…”, dice con una sonrisa por haberse salido con la suya y no haber sido reprendido por su estricto padre. Y luego justifica: “tampoco era a diario”.

El tiempo de su niñez lo pasaba entre la escuela, la casa de sus padres (José Abraham Yunes Suárez y Ana María Zorrilla Fernández), ir con los abuelos y, por supuesto, fútbol en cada oportunidad.

“Jugábamos en un terreno baldío, además Perote es tierra pura…”, agrega. Presume que en los encuentros llaneros jugaba de defensa y delantera al mismo tiempo, aunque también admite que era “bastante regularzon”.

“No era yo tan malo, creo…, sin caer en el vituperio. En los juegos de reta era yo no tan bueno, bastante regularzon”.

La abuela materna, Doña Matilde Fernández llegaba a la polvorienta cancha con charolas con sandwichs y refrescos para todos, cuyos sabores aún tiene vivos.

El discurso del rey

Vagamente recuerda el año, era entre 1988 o 1989, su padre era presidente de una asociación civil y debía dar un discurso ante sus seguidores. José Francisco, sin que se lo pidieran y a sus 19 años, redactó el texto que fue leído ante decenas de seguidores.

“Me nació… le hice el discurso y accidentalmente se llega a enterar y fue el mensaje que dijo… Era como ganarme un Premio Pulitzer”, asegura.

Su padre era en cierta forma, dice el propio PepeYu, un cacique, pero diferente, porque nunca ocupó cargos y generaba influencia en la región.La cercanía con su padre fue muy formativa en todos los sentidos, pues -lo describe- como un hombre generoso, comprometido y solidario.

“Siempre se respiraba politica en la casa desde que yo tengo uso de razón y mi papá decía: ustedes creen que es muy fácil que venga a casa el Gobernador, lo ven tan normal”.

Por la cabeza de Jose Francisco nunca paso ser ingeniero, politico, tenía muy claro la eleccion sobre las actividades públicas; sin embargo, su padre, una figura dura y recia, decidió que su chamaco se iría a estudiar la preparatoria al Distrito Federal y vivir con su abuela paterna Doña Chelo, pues no le veía posibilidad política.

“Yo deseaba quedarme, pero mi papá no me veía él todavía ninguna posibilidad política, no era algo que yo demostrara aun y cuando yo lo tenía muy claro… él me veía en su empresa”, confiesa. La nostalgia y tristeza le envolvió por momentos, pero al final ese fue uno de los momentos que le cambiaron la vida.

Ingresó a la preparatoria Lasalle “Benjamín Franklin” y de ahí a la licenciatura en Administración de Empresas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

“Me cambió la vida, en función de que mi esposa la conocí ahí. La posibilidad de empezar a participar en politica estudiantil; ese enfoque academico del ITAM se consolidó muy fuerte: el tema economía con un acompañamiento filósofico, acción social”.

Su salida de ese pequeño municipío de Perote a la gran urbe, también modificó su vida, con cosas tan pequeñas como el poder tener más canales de televisión, donde podía ver todos los deportes y la serie Los Intocables, cuyo gusto fue gracias a su padre.

Ni antros ni fiestas en la capital del país, solo asignaturas y lecturas permanentes, para divertirse cada dos semanas regresaba a la montaña para jugar en el Independiente o retas entre hermano, primos y amigos para soñar que era Maradona.

“Le dediqué mucho tiempo a la televisión… me gusta ir al cine”, describe el hombre que logró ser alcalde, diputado local, federal y senador.

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