En los tiempos de la cuarta transformación, cuatro nombres del sector empresarial veracruzano circulan profusamente en los escenarios del futurismo político estatal. Por estricto orden alfabético, se mencionan los siguientes apellidos: Ahued, Carrasco, Exsome y Velasco. Los cuatro fantásticos personajes impulsan sendos proyectos a la gubernatura, a alcaldías o a lo que venga. Se sabe que el binomio dinero y política resulta altamente eficaz para acrecentar fortuna.

El senador Ricardo Ahued Bardahuil, experto en plásticos e inmersiones partidistas, invierte en sesudos cabilderos y macanudos publicistas para hacerse de la gubernatura en 2024, bien merecida por su “brillante” gestión en la alcaldía xalapeña, en la diputación federal, en la dirección de aduanas y en la senaduría de la república. Su honrado y valiente paso por esos lugares—a decir de sus desinteresados apoyadores—lo convierten en el mejor candidato a la silla de palacio de gobierno cuando salga Cuitláhuac García. Solo faltaría modificar la constitución local para hacerlo posible.  Camiseta, gente y dinero es lo que sobra.

Rubén Darío Carrasco Mora, con amplias inversiones inmobiliarias e industriales en Veracruz y Puebla y comedido financiador de la política, de pronto en este sexenio jarocho se convirtió en el Superman que aportó la criptonita necesaria para hacer funcionar la vieja fábrica de refrescos Coyame en Catemaco, cerrada hace 20 años. Con su refrescante agua mineral que recuerda a los Alpes suizos y de la mano de tres prominentes políticos del sur del estado, estos cuatro fantásticos cranean, maquinan, cultivan y negocian posiciones de todo tipo, con miras a contender decorosamente por la gubernatura frente a Ahued y todo aquel o aquella que se sume a tal empresa.  Para lograrlo, este entusiasta equipo cuenta con habilitado y magistral cuerpo de activistas y promotores que saben bailar al ritmo que les toquen, bien uniformados y en horario diurno o nocturno.  

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Otro Ricardo, pero este de apellidos Exsome Zapata, mueve los discursos defensivos y las movilizadas aguas del nuevo puerto de Veracruz, con dos fines legítimos: el primero, mantener su hacienda, su patrimonio inmobiliario y sus boyantes constructoras, de la inoportuna crítica presidencial a los procedimientos y canonjías que algunos selectos hombres del dinero han eternizado en las instalaciones portuarias.  El segundo fin es hacer valer sus estratégicos apoyos económicos al morenismo para alcanzar la codiciada alcaldía de ese municipio.

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De Exsome, debe recordarse la feroz exigencia presentada ante el gobierno de Fidel Herrera para que este le pagara a sobreprecio las áreas por donde pasaron vías carreteras y ferroviarias del Trece y Medio, sitios que ahora conforman el envidiado parque industrial de su propiedad en esa zona, con el que ha asegurado el glorioso bienestar de varias generaciones de su familia. 

El último candidato, pero perteneciente a la poderosa membresía donde “La familia está de acuerdo”, es el también empresario y exalcalde de Xalapa, David Velasco Chedraui. El polifacético hombre desea llegar de nuevo a la presidencia municipal o hasta el infinito y más allá, sea con el partido o con los partidos que sean. La chequera manda lo que las circunstancias demandan, es su premisa. Así no puede haber equívoco o carencia, cuando se trata de hacer política como inversión productiva.

Los dos Ricardos, Rubén y David, saben cómo hacerlo y con qué. Cuatro ases empresariales y de la política en Veracruz, que no pertenecen a la odiada derecha ni a la corrupta mafia del poder y que saben batear con doble cachucha: la del emprendedor siempre honesto, y la del político eficiente que se las sabe de todas, todas; también, la del juego limpio, o la del robo de bases, si alguien se descuida. 

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