Alex había encontrado en la ciudad de Panamá el refugio perfecto. Las caminatas vespertinas en el Casco Viejo y su olor a construcción antigua lo hacían regresar mentalmente a Galicia. A pesar de los casi cuarenta grados de temperatura ambiental, el paso de la gente cosmopolita y la mezcla entre lo colonial y lo moderno le ayudaban a revitalizarse. Sobre todo cuando disfrutaba las tapas y las cañas desde la terraza del restaurante español de la Casa del Soldado, mientras observaba el movimiento turístico.

Había descubierto que en esa región centroamericana el sol salía a las seis con diez minutos de la mañana y se ponía exactamente a la misma hora por las tardes. También le fascinaba el hecho de poder admirar los ecuatoriales amaneceres desde su acogedor apartamento de dos mil dólares mensuales en avenida Balboa.

Luego de haber llegado al país, un mediodía visitó el lujoso despacho del abogado Ramón Fonseca, su agente financiero. Recordó su primera reunión en ese lugar durante la Navidad de 2011. Mouriño y Gabriela lograron entenderse a la perfección con él. Acordaron constituir y registrar en Panamá, diez sociedades offshore, con las cuales abrirían el mismo número de cuentas bancarias en Suiza y Mónaco. Los detalles de la integración de las empresas jamás los quiso conocer, ya que no tenía ningún sentido. De lo que sí estaba bien enterado, era de las cuantiosas utilidades obtenidas con ese sistema financiero, que impedía identificar a los dueños de los capitales: Alex, Gabriela y dos allegados de confianza de ella.

Desde ese instante, la pareja pudo disfrutar de remanentes de los crecientes fondos del tesoro gallego que ellos desviaban hacia esas ocultas sociedades. Según el financiero panameño, los esquemas que él ofrecía estaban blindados al cien por ciento y hacían imposible el rastreo de los movimientos de dinero. En el peor caso, tendrían que pasar décadas para poder quitarles esos fondos, ello suponiendo que las autoridades policiacas y de justicia lograran hacer bien su trabajo.

Contemplando el paisaje, recordó la felicidad de su esposa cuando el socio alemán de Fonseca le ayudó a constituir su fundación de interés privado, la nueva modalidad panameña para promover y acrecentar capitales, sin posibilidades de seguimiento fiscal. Fundación Memento Vivere, fue el nombre elegido. FMV, para nosotros, amor, confió ella en esa ocasión. Y también recordó su explicación: Memento vivere, significa “Acuérdate de vivir” en latín. Al evocar esa conversación conyugal, ratificó su opinión sobre la madre de sus hijos: ¡Qué extraordinaria mujer, inigualable!

Panamá era y será siempre un país de primer mundo, reflexionó convencido. El balboa, su moneda, es equivalente al dólar estadounidense. En ese momento de disquisiciones económicas, el viajero gallego comparó la situación y evocó la peseta española y los euros de la Comunidad Europea. Se acordó del brexit inglés y de la fortaleza del marco alemán. Reflexionó en la gente de mundo, en el nivel al que ya pertenecían ellos, que ahora hablaban de divisas, de capitales, de la bolsa, ¡de dividendos, carajo!

Era formidable dejar de pensar como gallegos mediocres, en la seguridad social, en las dificultades de los millenials, en la eterna e inútil lucha de las izquierdas y las derechas, en la presuntuosa y publicitada monarquía y en todas las demás gilipolleces de los pobres españolitos. ¡Bah, Gabriela tenía razón, nosotros somos diferentes y merecíamos vivir mejor!

Esa era su consigna, pensó. Siempre estuvo en lo correcto y era una mujer que nunca perdía el tiempo. Recuerdo que cuando entraba al cuarto de baño, acostumbraba repetir en voz alta su poema aspiracional, mientras estaba sentada en el váter: ¡Merezco vivir mejor!¡Merezco Vivir mejor!¡Merezco vivir mejor!, y así, hasta que se levantaba del videt. ¡Me dolían las quijadas de tanto reírme en el dormitorio! Pero, ¡Hija de la gran puta!, lo que robó a mis espaldas, le alcanzó para comprar la pampa entera y al caballerango ese que le endulza el follaje. Y los terrenos y fondos que robaron Matías y las otras hijas. ¡No tienen perdón de Dios! Y no tuvieron llenadera tampoco. Gaby y todos ellos fueron los verdaderos descubridores del tesoro de Galicia. ¡Y yo seré el que vaya a la mierda de la historia gallega!¡Me hierve la sangre sólo de acordarme!¡Me cago en todo lo que se menea!

Siguió bebiendo vino y se acordó de la llamada telefónica de Betsabé, preocupada por el destino de El Oriental y por las delaciones del recientemente apresado Fraudini, en contra de Taruk y Aguilera. ¡Esta mujer ya quiere parecerse a Santa Teresa, para todos tiene! Si supiera que todos ellos me importan un bledo. ¡En las decisiones cruciales, uno debe aplicar la política de la gallina: las de abajo pagan las consecuencias!

Y para qué preocuparse, pensó cruzando los brazos y minimizando las noticias de su fiel ex colaboradora. Lo que esos se llevaron, compensa los dos o tres años que deban estar en la prisión. ¡A mí me tienen sin cuidado!, concluyó con fastidio. Ellos tienen la culpa por haber sido tan ambiciosos. Que paguen lo que deban, merecido lo tienen. Si no hubiesen querido untarse algo en mi gobierno, se hubieran retirado a tiempo, como hicieron los pusilánimes que no ayudaron en el proyecto y prefirieron hacer mutis. Yo no obligué a nadie. Ellos solos se fueron formando, para embarrarse o para desligarse. Por lo pronto, y olvidando pequeñeces, estas vacaciones me están cayendo de perlas. A mí que no me molesten.

Lo que sí tengo que meditar a fondo, es la conveniencia de traspasar todo a Nevada o a Dakota, donde, quién lo diría, están los nuevos paraísos fiscales –pensó Alex mientras entrecerraba los ojos. Según dice Fonseca, esa fue la razón por la que Estados Unidos financió la investigación periodística para desvelar los Panama Papers, y con el terror provocado a los inversionistas, poder quitarle miles de millones a los bancos suizos. Pero este tema tendré que estudiarlo con sumo cuidado. Lo que tanto me ha costado, no puedo echarlo a la basura por una mala decisión.

Ah, pero que frase tan sabia esa de ¡Memento vivere! Acuérdate de vivir, decía Gaby, repitió en voz alta: Sí señor, tenemos que mirar al futuro; un futuro donde se rompen espejismos.

Continuará…

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