Dos días después de que Martín se apoderara del mando estatal, los cuatro jefes de la dinastía de La Barca se reunieron a celebrar su primer gran triunfo en Santa Cruz. Concluida la agenda de ese sábado, el gobernador Jonás llegó a su casa. Ingresó por la enorme puerta de la mansión, para enseguida dirigirse por el pasillo central del ala derecha hasta la biblioteca. Ahí lo esperaban sus hijos. Sobre la mesa de trabajo, una costosa botella de coñac aguardaba una noche de brindis, confidencias y reflexiones sobre el futuro familiar. Después de abrazarlos y besarlos, el patriarca fue quien tomó la palabra.

—Esta semana es una de las mejores de nuestra vida, y lo primero que debemos hacer, es recordar cómo hemos llegado hasta este momento. Debo decirles que desde joven entendí que nadie me daría nada, ni siquiera mis padres, por no tener fortuna. Pronto descubrí que la única fuerza del hombre es la capacidad, la constancia y la firmeza. Lo comprobé conforme fui creciendo y pude obtener los primeros triunfos. Así aprendí que era necesario fijar un objetivo por el cual habría que luchar: mi familia y mis hijos. Pero para conseguirlo, uno debe ser congruente, pragmático y fiel a su propio estilo, sin hacer ningún tipo de concesiones que sólo conducen a amarguras y a demorar los logros. A veces, debe aceptarse que algunos puentes pueden destruirse por el tiempo, por el poco uso, o porque así convenga a los fines superiores. Puede lastimar esa decisión, pero ese dolor se olvida al recordar los propósitos que se buscan. Como han comprobado, cuando ustedes crecieron, poco a poco los fui metiendo en la política y en los negocios, y miren ahora dónde estamos. Pero no podemos pensar en nadie más que en la familia. Con frialdad y sin apasionamientos, debí inculcarles que nuestras miras tienen que ser altas, pero siempre para nosotros mismos.

—Hemos llegado al gobierno de Santa Cruz, y si actuamos con inteligencia, lo podemos conservar por veinte años o más. Si seguimos mostrando unidad en la Casa Jonás, podemos perpetuar ese poder durante mayor tiempo.

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—El gobierno de Santa Cruz, de acuerdo con mis planes, actuará en dos dimensiones. Los asuntos de palacio, como la policía, la salud, la educación, las obras, el ambiente y todo lo demás, serán llevados con ayuda de un consejo de ancianos, cuyos integrantes, todos amigos míos, no podrán tener aspiraciones políticas, más allá del prestigio de participar con nosotros. Pero, en el manejo del poder de Santa Cruz…ése, que quede bien claro, sólo lo tendremos los integrantes de la dinastía Jonás; los que pertenecemos a la Casa Jonás, para ser más directos. Ese tema sólo será tratado por nosotros cuatro, bajo mi dirección. Para asegurar la realización de este proyecto, estimados señores, y con esta biblioteca como sede permanente, desde esta noche, queda formalmente instalado el consejo político de Santa Cruz. Ahora, les pido que me escuchen con atención:

—Una vez que me deshaga de la guerrera de la loma, pondremos al contador Cházaro para que cuide los dineros del estado. Nadie más, entendido. Ese asunto quiero que lo vigilemos nosotros, pero tú, Oscar, eres a partir de hoy, el supervisor del contador y el responsable máximo de las finanzas.

—Ahora bien, tenemos que preparar a Ida para que su actividad sea la de ir y venir por todo el estado desde este mes. Que designe responsables regionales para mover a nuestra gente y preparar los pormenores de la elección siguiente a gobernador, que tú, Junior, encabezarás. De tal suerte que, si por algún problema, tú no puedes ser el candidato, serás tú, Hernán, y en tercer lugar la propia Ida. Trabajen y vigilen la lealtad de ella, la de Abdías y la de Orestes Chico, que dirigen las áreas más sensibles del gabinete.

—Pero al tiempo que atendemos esa labor, en esta etapa debemos cuidar y entorpecer los pasos de aquellos que como el primo Julián, andan buscando el poder. Hay que desactivar al tío Lolo y a su red de simuladores. Que de una vez termine de guardar la red para pescar que le regaló el cacique. Pero no sólo ellos, tenemos que hacer lo mismo con el obrador y con Roca Bayo. Por supuesto, deben cuidarle los pasos al vasco; a ese mentiroso, contrólenle los caprichos que gusta darse. No lo dejen crecer, pero suéltenle un poco la soga para que no dé lata.

—Queridos hijos míos, hemos llegado y nadie podrá sacarnos del palacio. Nuestro proyecto es por veinte años, y tras de mí, serás tú, Martín Junior, el que continúe. Después pondremos a Ida, si es leal, y finalmente todos iremos contigo al frente, Hernán.

En ese instante, alzó la mano y pidió la palabra el hijo menor de Martín Jonás.

—Yo sólo quiero preguntarte, porqué a mí no me has considerado para gobernar el estado—habló el tercero de los jóvenes Jonás, moviendo los brazos como para dar mayor insistencia a su cuestionamiento.

—¡Excelente pregunta!—Me recordaste a mi querido líder azul—le dijo el patriarca.

—No, Oscar, tú no puedes ser gobernador—agregó sereno, Martín—. Sería un excesivo ejemplo de nepotismo el que mostraríamos; y nunca olvides que debemos respetar el apellido. Por otra parte, tú eres el maestro de las finanzas familiares; y has tenido tus éxitos y tus ganancias que nadie objeta. Bien que sé, lo que guardas con celo en Panamá. Pero también en esta empresa vas a ganar mucho. Por lo pronto, ve estudiando la reestructura de la deuda estatal. Busca al que fue mi colaborador en la capital de la república, y que ahora asesora reestructuras bancarias. Luego te digo dónde localizarlo. Ya sabes, tiene que ser buen negocio; es un monto cercano a los cincuenta mil millones de pesos.

—Y por otro lado, recuerda al economista del banco central—agregó, tratando de ser convincente—. Si te fijas bien, es el hombre mejor pagado de la nación, el que disfruta las viandas más exquisitas y el que más gasta en ropa. Y además, su especialización en economía y finanzas lo convierte en el visitante más distinguido donde quiera que vaya. Así es que ubícate y tranquilízate. Aprovecha lo que te toca, que no es poco. Y te diré otra cosa, recuerda a aquel que vendía televisores en el puerto, que hizo mucho dinero y que en su madurez fue alcalde. Quizá, con el tiempo, si quieres, te impulsamos a ese cargo.

—Tú, Junior, esconde tu ira, no es buena—miró fijamente a su primogénito, mientras le hablaba—. Cuando llegues al palacio de gobierno, entonces la muestras. Pero con inteligencia, no de manera impulsiva, como sueles actuar. Debes aprender un poco de mí, ¡no te aceleres!

—A ti, Hernán, te digo que serás alcalde del puerto de Santa Cruz, y quizá Junior, pudiera ser también senador. Por fortuna, en la toma de posesión, estuvieron Prieto del Valle y López Malo, mi querido líder, quien puede ser presidente de la república, y dice que me ve tamaños para eso, pero… humm, no, en todo caso, lo pediría para ti… Junior, tú eres el primogénito. Pero ya, ya, ya, ordénate y disimula ese carácter de los diablos que tienes, o nada más dime, si prefieres que enfile a Hernán. Así es que, señores, métanse en la cabeza, que se gobierna con el cerebro, no con los testículos. Ah, y para que procedan en lo político, deben saber que en la cúpula se ha decidido obstaculizar a la “caderona” para que se olvide del palacio nacional.

—Vamos a realizar una reunión de consejo por mes—continuó en su monólogo, apenas interrumpido—. Aquí nos veremos el primer sábado de cada mes a esta hora. Comentaremos cómo va todo, y cómo van los aliados y colaboradores; servirá para enderezar barcos y caminos. Tenemos que arreglar el tema de las bandas regionales que están desatadas, la de Ciudad Quetzal, la de Tres Corazones y la que domina la zona porcina y vacuna del norte. La de esta región debemos verla con los ojos bien abiertos para que no se pasen de listos. Y otro aspecto esencial: resulta que la deuda es más alta de lo que se decía antes. Por eso, a quien los busque le pagaremos… si ustedes me dicen. Ya saben el camino y la reciprocidad, que no diezmo.

—Que Orestes Chico siga viendo los rollos de la justicia y de los detenidos. Díganle que las cuotas las quiero mensuales,…ah, muchachos, recuerden que sólo aquí, vis a vis, trataremos los “business”. Yo personalmente veré el programa de gobierno y los asuntos competencia del consejo del palacio. Ayúdenme a tenerlos en paz; no quiero que mis amigos y la prensa piensen que ustedes se entrometen. Hernán y Martín, les recalco: chequen los temas financieros con Oscar. Repito, que Ida recorra el territorio y que se mimetice con los pobres, y que vaya a Tres Corazones; que tenga contentos a los indígenas, ya saben que son ladinos y se alborotan. Que compre todas las despensas que requiera, pero díganle a Cházaro que quiero que los empresarios de casa estén contentos; es preciso que la familia esté de acuerdo. Que les quede claro a los habitantes de Santa Cruz, que el cambio que esperaban lo verán pero a través de despensas, ah, pero que se entreguen en cajas bonitas y coquetas; Ida sabe cómo hacerlo.

—Y por último, muchachos, recuerden que quien controla el hambre y la información, controla la política, no lo olviden. Estos años tendremos que hacer mucho circo, porque no hay dinero público suficiente. El estado está realmente desfondado.

—Olvidaba lo más importante—expresó Martín, con la intención de rematar su discurso y cerrar esa primera reunión—. A los escribientes, tinterillos, plumas vacías y virtuales, háganlos escribir como en la primaria: a repetir y repetir y repetir. Ármenles buenos escenarios, con surtido rico, entreténgalos con menudencias y redes sociales teledirigidas. ¡Enséñenle a Abdías que esa es la comunicación social de estos tiempos, eh!

Antes de despedirse de cada uno, hizo un guiño a Martín Junior y le dijo al oído: ¡Aprende, muchacho!¡No me decepciones!

Continuará…

LA DINASTÍA DEL DESIERTO 

LA DINASTÍA DEL DESIERTO (2)

 

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