Desde que en diciembre de 2018 inició el gobierno cuitlahuista en Veracruz, el régimen obradorista ha impulsado la idea de que la próxima administración sexenal quedará a cargo de uno de los suyos. En ese tiempo la 4T comenzó a construir un camino para Rocío Nahle García, una veracruzana que ha hecho residencia, familia y carrera política en el estado y, quien aparentemente también, es una de las personas más cercanas al presidente López Obrador.

Hasta ahora, la ingeniera de profesión y secretaria de energía del gabinete federal parece no tener rival a su altura en MORENA para convertirse en la candidata de ese partido a la gubernatura, desde luego, después de modificar la Constitución local, en razón de que la señora no puede contender por el cargo ya que es oriunda del estado de Zacatecas.

Debe aceptarse que esa modificación constitucional no será ningún problema para Nahle. En los tiempos de López Obrador, la ley, sus posibilidades y sus alcances se manejan desde Palacio Nacional, gracias a que todos los poderes de la república están vergonzosamente subordinados a la presidencia. 

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Pero las cosas no son tan sencillas. En el momento en que se libere ese incómodo artículo constitucional, que por ahora impide a Nahle ser candidata, en ese mismo instante surgirán dos o tres prospectos en la misma circunstancia, que también quieren la gubernatura, que tienen recursos para pelearla, y que no cejarán en ese empeño. Pero ese no es el único problema para Nahle o para los que quieran jugarla con las siglas obradoristas.

La imagen presidencial ha ido cayendo inexorablemente en la opinión pública, como le ha ocurrido de manera brutal a Cuitláhuac García desde que tomó posesión. El obradorismo, el morenismo y el cuitlahuismo en Veracruz, son movimientos en franco e irremediable declive. 

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De igual manera, la forma absolutista de ejercer el poder, que practica consuetudinariamente López Obrador, a la vez que le produce adeptos y beneficiarios, le ocasiona enemigos, adversarios e inconformes, noche tras noche. Y esta debilidad tenderá a empeorar en los siguientes meses, porque para conservar ese poder omnímodo, el ejecutivo federal se verá obligado a apretar a todos aquellos que se le quieran salir de su dominio. 

Bajo las premisas mencionadas, habrá que considerar también el disgusto, rencor o decepción de los sectores aplastados por López Obrador en lo que lleva gobernando: las madres de familia dolidas por la cancelación de las guarderías infantiles y la criminal postura de no facilitar medicamentos a niños con cáncer; las organizaciones feministas, estigmatizadas todos los días desde la conferencia mañanera; los sectores empresariales sin apoyo y dejados a su suerte en la crisis de la pandemia de Covid-19; las familias de asesinados, secuestrados, robados con el cobro de piso, o con jóvenes de ambos sexos desaparecidos en las calles de pueblos y ciudades, que nadie ve y que la autoridad es omisa e irresponsable. Pero tampoco debe olvidarse a los artistas, intelectuales y periodistas a los que se afecta diariamente desde todas las posiciones de ataque de la 4T

Otro aspecto que les hará lastre electoral a los morenistas, es la terrible corrupción que fluye de arriba abajo en los palacios y en los tiraderos de cadáveres del reino 4T. Las tradicionales tribus de la izquierda están pendientes para quitar cueros cabelludos y desollar multitudinariamente. 

Y hay un efecto fundamental que implosiona desde el centro del poder obradorista: la lucha interna e interminable entre los actores principales o secundarios, traicionados y corroídos por su propia naturaleza humana, inmanejable desde los territorios del odio y del resentimiento del desprecio del jefe. Esta situación está surgiendo con todo en Veracruz, ya que hay varias bombas y varios personajes que funcionarían en un momento dado como detonadores. ¿Quién es la persona que tiene en su poder el seguro de la bomba explosiva? 

Bajo estas premisas, el escenario veracruzano plantea opciones no claras para una Morena que se está resbalando en la lucha sucesoria de 2024, haciendo evocar escenarios de Tambo, de Tamal envenenado o de un mortal Tambaleo con la fuerza de terremoto de 8 o 9 grados Richter. 

¿Pensarán en estas implicaciones los confiados prospectos para la elección del 2024 o continuarán guiándose de la soberbia y con la esperanza de que la “plenitud del poder” es perpetua?

Amanecerá y veremos… dijo el ciego antes de quedarse sordo.

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