Desde las primeras semanas del nuevo gobierno, la llegada de Martín Jonás al palacio mostró su estilo enérgico e intolerante al desorden. Para hacer valer su autoridad, dio instrucciones de que la fuerza pública recuperara las plazas principales y las vías de comunicación que con inusitada frecuencia habían sido ocupadas por manifestantes que reclamaban un sinnúmero de beneficios incumplidos por el mandatario saliente. Esa atinada medida facilitó el tránsito por calles y avenidas, produciendo el aplauso unánime de los santacruceños.

Sin embargo, el cambio de administración no sería con paso suave y tranquilo. Con el argumento del exceso de burocracia y la falta de recursos presupuestales, desde el principio de la administración se realizaron recortes de personal que generaron el disgusto y la decepción en amplios sectores de la sociedad. En las dependencias gubernamentales, los trabajadores resintieron la llegada de funcionarios y jefes provenientes de muchos lugares del país, acompañados por colaboradores foráneos que realizarían hasta las labores más sencillas, desplazando a los viejos empleados que llevaban años en esas tareas. Así fue como hombres y mujeres de Santa Cruz perdieron su fuente de ingreso y llevaron al desamparo a sus familias.

Como la tesorería no contaba con fondos para el pago de lo más indispensable y de los emolumentos a los colaboradores designados por Martín, éste se vio obligado a contratar créditos adicionales con la banca, aumentándose la enorme deuda que arrastraba el estado. El desconcierto y la molestia general por esa sorpresiva decisión, eran incrementados por ineficiencias de altos mandos y otras penosas fallas burocráticas. Los aliados políticos empezaron a enseñar el cobre y las carencias personales. Tal fue el caso del segundo funcionario en el organigrama, quien tuvo que conseguir un título profesional, violentando los plazos y la reglamentación de la universidad estatal, lo que motivó burlas nacionales al beneficiario del documento y al rector que lo extendió.

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Atento a los imponderables que surgían a cada momento y con el fin de llevar la atención pública a otros derroteros, el gobernador ordenó instaurar las denuncias de corrupción y acelerar las investigaciones contra todos aquellos exfuncionarios que causaron el desfalco al erario.

Para complicar más las cosas, las descontroladas bandas delincuenciales de la zona sur aprovecharon el revuelo existente y empezaron a extorsionar a empresarios y comerciantes y a secuestrar a personas de todas las edades y clases sociales. En paralelo dio inicio una época en que desaparecieron mujeres jóvenes y numerosos muchachos. La trata de blancas, la extracción de órganos para trasplantes y la incorporación obligada a esos grupos de facinerosos, eran las presumibles causas de ese fenómeno que mencionaba tibiamente la prensa y que provocaba un terror mayor. En consecuencia, aparecieron los primeros ataques periodísticos al gobernador, que inmediatamente se multiplicaron en las redes sociales.

Mientras el estado sufría los vientos del cambio, el entorno familiar de Martín Jonás trataba de mantener el equilibrio y la serenidad. Sin embargo, uno de esos días Patricia se sorprendió por la inusual llegada de su esposo a La Barca. Este acostumbraba regresar después de las once de la noche, cuando ella se encontraba en sus habitaciones a punto de irse a la cama. Al escuchar el ruido del motor acercarse a la mansión, decidió regresar al salón a esperar a su marido.

—Paty, debo hablar contigo—le dijo Martín, apenas cruzar la puerta—. Tengo muchos problemas y ya no puedo solo. Necesito que me ayudes. Mi gente del área de inteligencia, acaba de darme el reporte de algo delicado y molesto que debemos cuidar con esmero para desalentarlo en los miembros del equipo, esforzándonos para que no se repita ni en el círculo más cercano, ni en la familia. Tú sabes que en nuestro plan de vida, como te dije desde que te conocí, es sumamente importante mantener la discreción y la unidad familiar. Esos valores son los que al final del día nos dan fortaleza y posibilidad de progreso.

—Debo confesarte que a un mes de haber tomado el poder, empiezo a encontrar los primeros indicios de resquebrajamiento en el equipo—continuó explicando, mientras hacía un gesto de preocupación—. Fíjate que nuestra querida Ida, quien sabemos que tiene unos cuantos meses de casada, y Abdías, que acumula pocos años con su señora, están viviendo un peligroso juego y un romance que los conducirá al divorcio. Resulta que en varias giras de trabajo por el estado o en la capital del país, se les ha visto en situaciones demasiado comprometedoras, que según me informan, rayan en el cinismo y en la falta de respeto a sus cónyuges. Es tal la locura y el escándalo, que este hombre, que me maneja los medios, le ofreció un cargo importante al padre de ella.

—¡Es inaudito!¿Pero, cómo es posible?—exclamó Patricia, con disgusto— Ida es una niña bien portada y condescendiente con su esposo, ¡quién lo iba a decir! Y Abdías, es el hombre que todas las mujeres desean y admiran por la manera en que trata a su esposa. ¿Estás completamente seguro? Porque pudiera ser que los estén juzgando a la ligera o que los quieran perjudicar por celos profesionales. ¿No crees que sea un error de percepción o simple envidia?

—No, Paty, por desgracia, ese amorío está plenamente confirmado—insistió Martín—. No es un rumor insano. Y por lo que murmuran en los pasillos, ellos están inmersos en una candente aventura. Yo no quiero que esos escándalos se den en esta familia, y menos en mis hijos, porque no sólo es el descrédito y la crítica de la sociedad, sino que pueden afectar al proyecto político.

—Entonces te pido que tú, como la señora de la casa y esposa del gobernador, te mantengas cerca de los muchachos y de mis nueras y vigiles la relación que llevan en sus matrimonios—agregó—. Ya sé que ellos, los hombres, van a hacer con su vida lo que les plazca, tú lo sabes, pero aconséjales que guarden las formas y el decoro, y que en vez de líos conyugales, hagan alarde de fidelidad, amor y consideración hacia sus mujeres. Nosotros debemos poner el ejemplo. Y puedes estar segura de que no te dejaré sola en esa encomienda. Te prometo que también les pondré los puntos sobre las íes.

—Cuenta con ello, que yo me encargo, y además, haré sentir la influencia moral que tengo sobre los dos. Hablaré seriamente con Ida y con el propio Abdías—ofreció Patricia—. Eso no puede seguir de esa manera tan irresponsable, como señalas… Además, les aconsejaré que sean inteligentes, que cuiden y enriquezcan su imagen y no la pongan en el suelo, porque no sabemos hasta donde pudieran llegar en el futuro.

—Me parece adecuada tu estrategia, y querida, te insisto, ellos deben entender que es un tema de congruencia y de prudencia, y más que otra cosa, de altura de miras y de ambición y bonanza—concluyó Martín, tratando de ser convincente—. El proyecto sucesorio no es un asunto menor. Todos debemos aplicarnos en él.

Continuará…

LA DINASTÍA DEL DESIERTO 

LA DINASTÍA DEL DESIERTO (2)

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