Gabriela tuvo que interrumpir sus vacaciones en Inglaterra y viajar a Mar del Plata a una reunión urgente con Matías. Su padre le había enviado el avión para poder hacer el trayecto intercontinental de ida y vuelta. No quería dejar solo a Manu por mucho tiempo en esas semanas previas al campeonato británico. El ambiente en torno a los juegos de polo estaba resultando propicio para codearse con la nobleza y el mundo empresarial.

Durante esos tres días de ausencia los niños quedarían a cargo de su abuela y tías. Pero sabía que su pareja era débil ante el asedio femenino; por ello no deseaba correr ningún riesgo. Principalmente porque él formaba parte del equipo de Buenos Aires y las jóvenes inglesas se dejaban ver con insistencia en el campo de entrenamiento para pasearse y coquetear con los polistas.

Ese día se sentía agobiada y descontrolada después del extenuante viaje y el consabido jet lag. Pero le había preocupado el grave tono de voz que su padre utilizó en el teléfono: ¡Es necesario que hablemos Gabriela. Te quiero aquí mañana a primera hora!

Cuando la nave entró al hangar, Matías ya la esperaba en el automóvil. Se saludaron con el beso de costumbre. El viaje por carretera a Sierra de los Padres era corto; una hora después cruzaban los terrenos de la estancia. Cuando entraron a la casa, él ordeno un plato de frutas y sus bebidas predilectas. Se encerraron en la biblioteca ante la incertidumbre de Gabriela.

Debo informarte que algo no marcha bien –le dijo Matías–. Bien a bien, no puedo explicarte lo que está sucediendo en Galicia. Percibo que algunos ex colaboradores de Alex, están cantando alegremente. No sé si en La Moncloa o en Santiago. También supe que Mikel los está apretando y que varios le han entregado chalets, fincas, joyas y cantidades millonarias. El vómito negro los está dejando limpios, casi como entraron.

Me preocupa que tu contacto en Madrid esté haciendo un juego doble. Ya sea porque es un pillo o porque las circunstancias lo obligan. Tenemos que tomar una decisión crucial. No sé si debas hacer una entrega mayor; o volver a hablar con el que te protege, o definitivamente, negociar tú misma con Mikel.

Hija, me apena repetírtelo, pero en este negocio, tal vez debas invertir un poco más. Y tienes con qué hacerlo, no seas rácana. Recuerda lo que hacen los grandes en todos lados. Si nadie los menciona, no es porque estén limpios; lo que hacen, es invertir fuerte en todos los equipos y en todas las jugadas. Esa es la clave. Te acuerdas cuando compré el premio mayor de la Lotería. Lo mismo había hecho tu padrino un año antes, no lo olvides. Compramos el gordo de Navidad. Así fue como blanqueamos aquellos primeros millones de euros. Recuerdas, te lo confesé aquella ocasión en Pontevedra.

Uno tiene que invertir para parecer impoluto. Ese es el secreto en las izquierdas y en las derechas; y también en el centro. Si no quieres problemas apuesta con todos, e invierte bien, sin miserias. Dios te lo recompensa y de lo devuelve con creces, lo dice La Biblia. Esa es la actitud, y siempre deja suculentas ganancias. No es un gran misterio. Es una medida infalible. Piénsalo bien, no quiero que te arrepientas después.

Sé que estás muy enamorada y que tu romance no deja pensar a tu cabecita. Pero veo focos rojos que exigen de toda tu atención. ¡Perdona mi intromisión y mi insistencia, princesa!

No papá, perdóname tú a mí—contestó—. Y créeme que entiendo tu preocupación. Es cierto, estoy en un gran momento con Manu. Pero es que hay muchas zorras que quieren arrebatármelo. Y no lo voy a permitir, papá. Tú sabes cómo fueron los años con Alex. Un infierno; yo no tuve vida. Tengo que aprovechar mis mejores años, que son estos.

Pero te prometo que actuaré. Y muy pronto. Tengo con qué parar esas bocas sueltas. Ni Mouriño, ni Cisneyros, ni El Chulo, ni Taruk, ni El Flaco, ni Cuevas de Almanzora, ni Tomás de la Regué, ni los demás que se me atraviesen, representan serio peligro. En cuanto reciban mi mensaje, sé que se pondrán a temblar, como cuando me tenían enfrente. Tengo los expedientes de todos ellos, con sus puntos débiles; muy débiles, por cierto. ¡Son una bola de mariquitas, pero también son ambiciosos!

Me tranquilizas, hija—le dijo Matías, después de la larga conversación—. Ahora ve a descansar porque debes estar molida.

Gabriela se marchó a sus habitaciones. Necesitaba reponerse para tomar el vuelo de regreso a Londres. Pidió un emparedado y una copa de vino que le llevaron con presteza. Se puso una bata, apoltronándose en un sillón de la terraza, mientras contemplaba un grupo de cedros y matorrales a lo lejos. La quietud y el silencio del medio día pampero le ayudaban a reflexionar la conversación con su padre.

Le molestaba descubrir la desmedida ambición de Heri. Se podía pensar que el funcionario madrileño estaba jugando con dos barajas. No le habían bastado las horas de cama que dócilmente recibió de ella en Mar del Plata. Tampoco las transferencias a sus cuentas en Bahamas. Lo que él no sabía, es que ella era una mujer ambiciosa e inteligente, pero también la más terrible Medusa vengativa. Bastaba una sola llamada al banco de Suiza, para que el ingenuo abogado del estado español fuera destruido y enjuiciado. En la Moncloa sabían de qué tamaño era el pecado que escondían.

Los ex colaboradores de Alex la tenían sin cuidado. De cada uno de ellos poseía un dossier con la información de sus propiedades, de sus amantes, de sus segundos matrimonios, de sus desviaciones sexuales, y sobre todo, de los cuantiosos recursos que atesoraban secretamente, así como de los sitios donde guardaban esas sumas millonarias. Además de ello, contaba con documentos incriminatorios que los llevarían a prisión definitiva.

Pero lo que debía analizar con toda precisión, era la manera de bloquear y desactivar a Mikel en su contra. Se creía capaz de utilizar las medidas que fueran necesarias para nulificar de una vez por todas al nuevo Presidente de la Xunta. Las tenía de sobra, y bien resguardadas. Cuentas secretas, vídeos, escándalos inconfesables, y todo un arsenal de pruebas y artimañas para desalentarlo y desarmarlo.

Pero también contaba con otras armas que gustosa desplegaría. Evocando las atractivas sienes plateadas del astuto gobernante, ardorosa recordó la bofetada que recibió de Alex aquella vez que le dijo: “Si quieres yo resuelvo los problemas con Mikel. Imagino que es mejor como hombre”.

¿Serías capaz?—obtuvo como respuesta—. ¡Mejor no me contestes!

Continuará…

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