Habían salido de Guatemala hacia Bogotá, para de ahí volar a Mar del Plata. Pero cuando aterrizaron en la capital colombiana a repostar combustible, y conforme a lo planeado, avisó al piloto el cambio de rumbo con destino a Londres. Era un hecho que estaban recorriendo millas en exceso, pero esa era la estrategia acordada de antemano con el propio ministro de justicia español.

Heri había sugerido a Gabriela tomar precauciones adicionales en el caso de que Mikel, el nuevo gobernante de Galicia, hubiera tenido la ocurrencia de presentar alguna denuncia que la involucrara en las acusaciones provinciales contra Alex por los delitos de fraude organizado y malversación de fondos del Tesoro.

Volando a Inglaterra se convenció de que su poderoso amigo de La Moncloa justificaba sobradamente la última transferencia de fondos que había requerido. Sobre la exigencia que tuvo que atender en la habitación del ministro, aquella mañana en el hotel de la costa argentina, no sintió culpa alguna. Estaba acostumbrada a salirse con la suya a cambio de lo que fuera. Había descubierto que los hombres eran presa de sus encantos cada vez que ella se lo proponía. Ese aspecto era un secreto que había guardado a Alex y que pensaba repetir con Manu. Estaba convencida de que ningún hombre aprobaría esas maneras.

Anuncios

Por más que lo intentaba durante el largo trayecto, no podía conciliar el sueño. Tal vez la caída de su marido era lo que le causaba insomnio. O la abrupta despedida del padre con sus hijos. Pero quizá lo que la mantenía despierta, era la emoción por haberse librado definitivamente de Alex. Por fin tendría que dejar de preocuparse. El estado español no perdonaría jamás una afrenta al Tesoro, como la que el ex gobernante gallego había causado. Y más que nada, la pésima imagen que le había ocasionado a España en todo el planeta. Seguramente Alex recibiría una condena por el resto de su vida.

Eso era lo menos importante. Por fin ella podría rehacer su vida a plena luz del día y en los sitios que había soñado. Tenía que reconocer que le gustaba presumir a las mujeres la gallardía y estampa varonil de Manu a su lado. Su porte y estatura era algo que la cautivaba con arrebato.

Por fin podrían darse unos meses de vacaciones en Inglaterra. Ella, recorriendo los lugares señeros y de moda; y Manu, jugando su deporte favorito en el escenario más cool. Además de todo, su madre, sus cuñados y hermanas merecían unos meses de tranquilidad y regocijo después del terremoto familiar, en un país de primer mundo, donde todo era estilo y buen vivir.

Manu dormía al otro lado del pasillo, al igual que los demás viajeros. Estaba orgullosa porque su hombre cumpliría su viejo sueño de conocer West Sussex y participar en la Veuve Cliquot Gold Cup de Polo, durante junio y julio, compitiendo con equipos de Argentina, Inglaterra y otros países. Gabriela se imaginaba caminando junto a él, recorriendo las carpas y picnics alrededor de la cancha, saludando con garbo al “quien es quien” del mundo de los negocios y la aristocracia. ¡Allí podría presumir los caballos que criaba en su estancia de la Pampa!

Por fin podría compensar a su madre y hermanas por los largos meses de penurias y preocupaciones. Durante los entrenamientos de él, ellas y los niños recorrerían las tiendas de lujo, gozando de la primavera londinense. Se veía saliendo de Harrods, cargando bolsas con ropa, zapatos, perfumes y joyas. Con suerte escucharían los cañonazos de celebración del cumpleaños de la reina madre. En Trafalgar Square se perderían entre la gente, disfrutando los desfiles, la comida y el té de las cinco. Sus hijos serían felices, divertidos con las actividades infantiles del Día de San Jorge, el patrono nacional.

Esa tarde de abril todo eran planes y proyectos en su cabeza. La noche sobre el Atlántico le hizo descubrir que se sentía liberada de una pesada carga. Quince años de su vida forjando un futuro y luchando con la mediocridad de Alex y su pequeño mundo burocrático. Tenía que agradecer a los dioses el haberse librado de esa persona tan común. Pensó en que ni siquiera merecía que ella lo recordara. Bebió agua de una botella y se dispuso a dormir mientras el plácido vuelo disminuía la distancia.

Despertó cuando el piloto le informó que estaban a punto de tomar la pista. Los viajeros se enderezaron de sus asientos observando el brillante paisaje mañanero con el Támesis al fondo. ¡Mami, tengo hambre!, gritó su hijo menor. La cabina de la aeronave se llenó de gritos infantiles, risas y conversaciones.

Del otro lado del océano en la ciudad de Guatemala, Alex era conducido desde la cárcel hasta el Tribunal Federal que llevaría su proceso de extradición a España. Cuando el camión se detuvo frente al edificio, los periodistas internacionales lo fotografiaron al momento en que él se esforzaba por levantarse del piso en que lo llevaban acostado. No podía utilizar sus manos debido a que iba esposado; por esa razón los policías tuvieron que ayudarlo a bajar del vehículo. En el trayecto al quinto piso en que se situaba el juzgado, un fotógrafo le dio un empujón, burlándose de él, antes de que le quitaran los zapatos.

¡Aquí debes entrar descalzo, gallego sinvergüenza! ¡Corrupto! ¡Ladrón!

El ex gobernante, con los zapatos puestos de nuevo, se sentó en la silla, enfrente de los integrantes del jurado, intentando disminuir el escarnio público que lo acosaba, mientras las cadenas de televisión de España y otros países seguían puntualmente el proceso.

Todo el mundo observó la desesperación de Alex buscando entre la concurrencia el rostro de algún amigo, de una cara amistosa a la cual aferrarse; la de algún pariente; o la de quien aún era su esposa. Nada, nadie. Huérfano y en la soledad más espantosa. Varias veces, las cámaras captaron su mirada extraviada. Perdida, igual que los miles de millones de euros que no aparecían por ningún lado y que le reclamaban el Ministerio de Justicia y el pueblo de Galicia.

Al final, el juez estableció un plazo de sesenta días para que el gobierno español solicitara la extradición del detenido. Antes, Alex confeso haber estado en Centroamérica los seis meses previos a su detención.

Continuará…

Ver anteriores

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (2)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (3)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (4)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (5)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (6)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (7)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (8)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (9)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (10)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (11)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (12)

LA CAÍDA DEL PROFUGO (13)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (14)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (15)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (16)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (17)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (18)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (19)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (20)

Publicidad