“¡Hey, Maricón, estoy esperando los zapatos. Me los llevas tú mismo, o quieres que vaya a tu celda por ellos!”, escuchó decir tras sus espaldas. El tipo que chillaba en el patio de la prisión, era el líder de los pandilleros maras, que no había quedado satisfecho con la ropa recibida como tributo y ahora exigía el único par de zapatos que el político gallego conservaba en ese lugar.

Sintió que la cara le ardía y el corazón se le estrujaba. Los demás presos lo miraron compasivamente, adivinando el maltrato físico que le esperaba del feroz delincuente guatemalteco y sus secuaces. A causa de ellos, los días en reclusión se habían convertido en un terrible tormento; el espanto y la desesperación se dibujaban en el rostro del recluso español.

Los ojos de Alex se pusieron vidriosos, mientras sus mofletes enrojecían. Pero su orgullo y valentía eran menos que su miedo a recibir una tunda más, como las que solía sufrir con frecuencia, ante la mirada indiferente de los guardias, que parecían divertirse con esas humillaciones. Avergonzado por su lamentable sometimiento, decidió entregar el calzado que le exigían; al fin que podía utilizar las viejas sandalias que le permitieron conservar.

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Mientras caminaba de prisa a cumplir la instrucción recibida, deseó que la noche llegara y así estar en condiciones de atiborrarse de pastillas para dormir y olvidar su triste desgracia. Pero apenas era la mañana. Tendría que esperar a que transcurrieran muchas horas. Por fortuna tenía el estímulo de que ese era día vis a vis y que quizá recibiría noticias sobre su situación jurídica y su trámite de extradición a España. Aunque no lo había mostrado, estaba ansioso por ser devuelto a su país de origen. Las tapas eran su ilusión.

Esa tarde sus abogados le informaron las novedades políticas de Galicia y las últimas detenciones de ex colaboradores. También escuchó su recomendación de allanarse al proceso, con el fin de agilizar el retorno a Madrid. Pero el tema que le preocupó sobremanera, fue la disputa que sostenía Mikel, el presidente de la Xunta, con Tristán “El Turco”, quien menospreciando el estatus y el poder del gobernante gallego, que no cejaba en su torpe lucha mediática contra él.

Y por si fuera poco, allá también se comentaba que, a cambio de prebendas e impunidad, “El Jaguar” se había prestado a entregar al nuevo gobierno, seiscientos millones de euros además de cientos de documentos, vídeos y grabaciones de llamadas telefónicas comprometedoras. En suma, podría decirse que el futuro de Alex y de varios políticos gallegos era comprometedor, por no decir que a punto de extinción. La intranquilidad en varios de sus ex colaboradores era evidente.

Con el peso de las amenazas del jefe de los presos y después de tomar la tercera ducha del día, bajo la atenta vigilancia de los celadores, estos lo introdujeron en la crujía, cerrándola con llave desde afuera. Su inquietud terminó cuando un guardia le entregó discretamente una bolsa de medicamentos para dormir. Nada más estimulante -dijo para sus adentros- el prisionero.

Alex guardaba en la cabeza el comentario de los abogados, en el sentido de que Heri, el amigo de Gabriela en sus tiempos de universidad, era mencionado por la prensa nacional para ocupar uno de los principales sitios en el Poder Judicial. Entonces se acordó de la perversidad de su infiel esposa, quien olvidándose de su cruel destino en el país centroamericano, desde meses atrás hacía un largo viaje con su novio por diversas ciudades de Inglaterra. También pensó en “El Jaguar” y el difícil destino que le aguardaba en el penal. Su leal colaborador tendría que haber sido traicionado; dada su dureza y preparación militar, de él no esperaba el deshonroso camino de la delación.

Antes de ingerir las dos pastillas acostumbradas, en la penumbra recordó la desorganizada y costosa campaña política que realizó Tristán y su partido Acción Galega para alcanzar la presidencia en Galicia, que al final ganó Mikel. A su mente llegó el recuerdo de la secreta entrevista a la media noche en los sótanos del Instituto de Evaluación Psiquiátrica, con aquel autoritario y fino personaje que le hizo varias preguntas estratégicas. El misterioso funcionario con quien habló, había puesto énfasis en los recursos económicos que desde la Xunta, él entregó al candidato, recordando también que además de haber sido filmado, fue obligado a informarlo por escrito con su puño y letra.

“Estúpido Tristán—pensó el agobiado Alex—, nadie supo lo qué hizo con los novecientos millones de euros que le di para la campaña y los quinientos más para el programa proselitista de su partido. Eso sí, apenas se enteró de su derrota ante Mikel, lo primero que realizó fue la compra de un automóvil todoterreno y un cuatrimoto importado para pasear a la familia. Ojalá y el Tribunal de Cuentas, que revisan los gastos electorales y el patrimonio, le pongan un alto a sus locos afanes de volver a contender en la siguiente elección. ¡Es un imbécil, un caradura, es un pobre candidato perdedor! ¡A quién se le ocurre tal gilipollez!”.

Sorbió un poco de agua que conservaba en un vaso, después de tragar las pastillas que le permitían conciliar el sueño. Mientras tanto, en la celda contigua un obeso recluso interrumpía el silencio con sus acompasados ronquidos.

Lo que soñaba, le hacía convulsionar…

Continuará…

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