Apenas se alejó de la finca Martín Jonás, sus hijos se sintieron aliviados por no tener que soportar la imponente personalidad de su padre frente a ellos. El viejo conservaba su característica actitud autoritaria, que insistía en manifestar en cualquier momento o circunstancia. De los tres hermanos, era Hernán quien menos lo toleraba, situación que hacía sentir a la menor oportunidad.

—Qué bueno que nos pusimos de acuerdo antes de llegar a este lugar—celebró Óscar—. Nuestro padre piensa seguir tratándonos como si fuéramos todavía unos muchachos y no quiere admitir que en eso se equivoca. El hombre es cada vez más intolerante a todo aquello que no coincide con sus puntos de vista. Se está quedando en otro tiempo y en otras formas de ver la vida, que ya no tienen nada que ver con este siglo.

—Pero después de tantos años, ya sabemos cómo descuadrarlo y sacarlo de sus casillas—reflexionó Martín Junior—. A mí, francamente ya empiezan a aburrirme sus clases de política y de estrategia. Pero tenemos que hacerle ver que aún necesitamos su consejo; es necesario hacerlo para que podamos estar cerca de él, para que nos apoye y que nos tome en cuenta.

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—Has tocado un tema relevante, hermano. Y creo que antes de ir a atender a las niñas que nos esperan, debemos aprovechar que estamos aquí reunidos, para acordar lo que haremos en el futuro—propuso Hernán—. Quiero confesarles que me interesa ser el mejor gobernador de Santa Cruz. Ya somos suficientemente ricos, y en mi caso, no necesito más. Lo que deseo es ayudar a la gente, sólo eso.

—Yo quiero gobernar el estado, para ampliar mi imagen en esa posición, y a partir de ella, impulsarme a la política nacional—señaló Martín Junior—. Creo que tengo las condiciones para hacer política de alto nivel. Estoy seguro que puedo igualar y superar a papá.

—Para mí lo más importante son los negocios, como habrán notado— aclaró Óscar—. Me gustaría conseguir la concesión de las más importantes autopistas estatales y empezar a desarrollar la zona hotelera de la playa de Tres Corazones, que como les he platicado, es la más cercana a la capital del país. Después desarrollaría otro polo turístico en la costa de los acantilados y selvas del sur. El turístico es un sector que me apasiona.

—Yo creo que con la inmensa plataforma que ha forjado el apellido Jonás, podemos realizar todos esos proyectos—señaló Hernán—. Pero para ello, debemos hacer un pacto de unidad y lealtad, casi un pacto de sangre, y en principio, tenemos que ir pensando en cómo jubilar a mi padre. Hacer que dentro de un año que concluye su gestión, se vaya de viaje con mamá y nos deje actuar por nosotros mismos. Nuestro padre ya es de otra época, y es muy poco lo que podrá ayudarnos. Además, aunque está fuerte, la edad tampoco le favorece. Es mejor que se vaya a descansar y a cuidar a sus nietos; él está multimillonario. Para lo político, estamos nosotros. Yo así veo las cosas, señores.

Pues hagamos ese pacto desde este día—propuso Junior—. Quede este sitio, como testigo de ese gran acuerdo de los hermanos Jonás.

Pues ya que hemos pactado y acordado la posición de cada uno de nosotros en este proyecto político y económico, demos por terminada la reunión—dijo Óscar—. Y ya sin más compromiso ni tareas, vayamos a buscar un poco de descanso y diversión, que bien nos merecemos con las mujeres.

En ese momento, Martín Junior recibe una llamada. Es de su padre, que les ordena salir con urgencia de la finca en vehículos separados. Le explica que hay un grave problema de seguridad en el centro de Ciudad Manantial, que puede tener otras connotaciones. Atendiendo la instrucción de su padre, después de despedirse apresuradamente, los hijos del gobernador salen en sus vehículos por distintas carreteras con destino a La Barca.

Mientras tanto, en la capital del estado, hay conmoción y terror en la población, debido a que cerca de la media noche aparecieron tres cabezas humanas, tiradas en el suelo enfrente de unas oficinas de policía, a sólo cinco cuadras del palacio de gobierno. Sobre cada una de las bolsas negras que las contenían, los asesinos dejaron sendas escobas envueltas en banderas.

En el palacio se han reunido los principales integrantes del gabinete. Ante sus colaboradores de confianza, el gobernador reconoce que a dos meses de la fecha en que presentará su primer informe, han aumentado los asesinatos y los secuestros y lo grave es que los delitos siguen al alza.

Los noticieros nocturnos critican de manera ácida la insuficiente conducción de la política local de seguridad pública. Alertan sobre la llegada de nuevos grupos de narcotráfico y el constante descubrimiento de osamentas y restos humanos en fosas ubicadas en distintos rumbos del estado. En las agencias de noticias se habla de la incesante desaparición de mujeres, del incremento de los delitos de feminicidio, secuestro y muerte de inmigrantes. “Pareciera que a Santa Cruz han llegado las siete plagas del Apocalipsis”, señaló un conductor de televisión.

Para complicar más las cosas, las negociaciones de la reestructuración de la deuda no marchan por mejor camino. El estado puede pagar menos por intereses, siempre y cuando acepte aumentar de catorce a veintitrés años, el plazo de amortización de los empréstitos.

De manera maliciosa, un avezado periodista santacruceño ha deslizado en su columna política que la familia Jonás obtendrá un oscuro dividendo de cincuenta millones de dólares en esa gestión con la banca nacional.

Martín Jonás no logra conciliar el sueño esa noche. Percibe nubarrones en el horizonte que le demandarán muchas horas de análisis y meditación. En su viejo sillón de la biblioteca empieza a delinear las acciones que habrá de iniciar en su segundo y último año como gobernador.

Continuará…

LA DINASTÍA DEL DESIERTO 

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