En medio de la penumbra y el silencio de la biblioteca, Martín repasaba los complicados acontecimientos de su primer año en el gobierno de Santa Cruz. Después de analizar las circunstancias vividas al frente de la administración del estado, de pronto pensó que su actuación en el cargo bien podía parecerse a la del atrevido jinete que en plena carrera salta de un caballo a otro.

Reconoció que la información que poseía antes de asumir la gubernatura, era muy distinta a la situación que encontró cuando se sentó en la silla principal del palacio. Tuvo que aceptar que estaba preparado para una cosa y no para la tremenda crisis que atravesaba el pueblo santacruceño.

Aunque al día siguiente tendría que salir a la capital del país en el primer vuelo, había permanecido en vela, preocupado por las graves noticias de la noche. Sin embargo, esas horas en completa soledad le facilitaron la paz y la concentración que no había conseguido en Manantial.

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La claridad de pensamiento lo sorprendió cuando decidió ir a arreglarse para emprender el corto viaje al centro de la república. Había tomado algunas decisiones que era necesario asumir para asegurar una transición política en favor de su hijo mayor.

Aprovecharía el viaje al palacio nacional para apurar la construcción de la autopista al norte y negociar la concesión carretera en favor de Óscar y con ello asegurar la entrada de recursos frescos a las cuentas familiares.

La segunda de ellas, era la de arreglar de una vez por todas las diferencias, hasta ese momento irreconciliables, con Roca Bayo, el ahora poderoso dirigente de un partido nacional que estaba en avanzadas negociaciones para construir una alianza política por la presidencia con López Malo, importante aliado de la familia Jonás. Y tendría que hacerlo de manera inteligente, para que la decisión cupular por la gubernatura no caminara hacia otros inquietantes derroteros. Y es que el canoso enemigo de antaño podía enturbiar las aguas por donde navegaba Junior en pos del gobierno siguiente.

En ese instante, decidió concertar una entrevista con el ambicioso líder azul para afianzar los apoyos a la dinastía de La Barca y de ser posible conseguir la incorporación de uno de ellos en el gabinete presidencial.

También era necesario amarrar a los empresarios más fuertes, aunque para ello tuviese que invitarlos a realizar negocios en las distintas áreas, como podrían ser las comunicaciones y el desarrollo económico. Le incordiaba tener que compartir con ellos los beneficios y las porciones del pastel, pero no veía otra opción. Y para demostrar control de la administración, estaba obligado a apurar la reestructura de la deuda, y con las nuevas calificaciones crediticias, impulsar la llegada de capitales e inversiones a la planta productiva.

El punto en contra, era la necesidad de continuar despidiendo a cientos de trabajadores para reducir al máximo el déficit operativo. Pero aunque afectara a muchas familias de empleados públicos, esa era la única manera de conseguir recursos presupuestales para incrementar los programas asistenciales que sostenían las campañas electorales.

Un aspecto esencial era el de provocar un reconocimiento oficial a las fuerzas armadas para comprometerlas a continuar y mejorar la lucha contra las peligrosas bandas delincuenciales que se habían apoderado de vastos territorios, asesinando y aterrorizando a personas inocentes de áreas poco pobladas. Los motivados soldados, estarían así más dispuestos a ayudar en la pacificación del estado. Esta medida sería acompañada de un cambio radical en las políticas de seguridad pública y en la integración de la policía. Eran medidas inaplazables puesto que en zonas deshabitadas, los grupos descontrolados de matones habían asesinado sistemáticamente a residentes vecinos de los lugares donde los criminales enterraban a los muertos, a fin de no dejar testigos. Como paso final, ordenaría a la Fiscalía implementar un mecanismo para eliminar las pruebas de las decenas de fosas con cadáveres en el territorio y así disminuir el rechazo popular.

Aunque detestaba esa decisión por costosa, era consciente de que estaba obligado a mejorar la relación comercial con los medios de comunicación locales y a establecer prioridades y costos razonables de publicación con la prensa y televisión nacionales. Reconocía que había sido un error garrafal hacer a un lado a los periodistas que no cejaban en el ataque a su persona y a su gestión.

Pero lo que no dejaría para después, era el acuerdo de apretar a los pillos exfuncionarios del cacique y extraerles los dineros que necesitaba la campaña política venidera. Urgía meter en la cárcel a varios de ellos, sobre todo a quienes se paseaban descaradamente por los centros vacacionales disponiendo del dinero mal habido. También seguiría con la presión periodística y en redes sociales para detener a la viajera esposa de su antecesor, y si era posible, decomisarle los cuantiosos capitales que conservaba en oscuros paraísos fiscales.

Cómo lo venía haciendo desde años atrás en el seno familiar, continuaría capacitando a Junior para impulsarlo a los grandes escenarios de la política, tarea que haría paralelamente con Hernán, por si éste tuviera que sustituir a su hermano.

Como antes, continuaría negociando con los liderazgos regionales aquellas posiciones políticas de su interés, y que a él le permitieran triunfos en las zonas prioritarias. Contendría a los aliados amarillos, impidiéndoles arreglos con el principal candidato de izquierda. Elegiría cuidadosamente a los futuros integrantes de la legislatura local, con el propósito de asegurar una salida tersa, para el caso de que fallara la estrategia sucesoria en favor de Junior.

Pensando en la inoperancia de algunos de sus colaboradores, a quienes les pediría la renuncia al finalizar el año, tuvo que reconocer que tendría que revisar a conciencia el informe de gobierno, elaborando con su puño y letra un inteligente mensaje de esperanza y tranquilidad para los años venideros en Santa Cruz.

Sin haber podido dormir toda esa noche, y al encontrarse con los albores del nuevo día que dejaba ver el amplio cristal de la ventana, sintió alivio y satisfacción por esa larga y productiva meditación. Se quitó la arrugada vestimenta que llevaba puesta desde la mañana anterior y se metió bajo la caliente regadera. Pocos minutos después, fresco y reconfortado, buscó a Patricia en la recamara, proponiéndole desayunar juntos para después partir al aeropuerto.

Continuará…

LA DINASTÍA DEL DESIERTO 

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