Mientras Martín arreglaba los asuntos de Santa Cruz en la capital del país, Patricia recibió la visita inesperada de una de sus nueras. Esa mañana, la bella esposa de Hernán apareció por la puerta de la mansión, expresando con gritos y malas palabras el tremendo disgusto que llevaba. Entre lágrimas y lamentaciones, la joven comunicó a su suegra las constantes infidelidades de su marido y la preocupación de que esta vez a él parecía no importarle la estabilidad familiar y la vergüenza que ella estaba viviendo.

Lo más grave de la situación era que el desconsiderado marido amenazaba a la mujer con abandonarla. Los rumores en el puerto señalaban que el hombre había olvidado las maneras de la discreción y las obligaciones de respeto conyugal, y el hecho de que con frecuencia era sorprendido haciendo largas y melosas llamadas a través del teléfono privado o el celular.

Además de ello, el infiel había prohibido a la esposa presentarse en la oficina de manera intempestiva. Con todas esas razones, la acongojada muchacha se quejó con amargura del cambio en el trato que le manifestaba su cónyuge. Y lo más intolerable era que muchas noches éste no llegaba a dormir.

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Cuando su nuera se despidió, Patricia quedó más que preocupada por la sorpresiva confesión. Si la muchacha había acudido a verla, era porque sentía que su matrimonio estaba en serio peligro. Por otro lado, la matriarca conocía a la perfección el temperamento de su esposo y de sus hijos y sospechaba que en el tema de las mujeres, los varones de su casa actuaban como acechantes depredadores que no dejaban escapar a la mujer a quien le hubiesen puesto los ojos encima.

Ante esas circunstancias, ella estaba convencida de que tendría que ayudar a Martín a establecer una estrategia para poner en orden las cosas y asegurar el proyecto político diseñado por su marido para su familia y para el progreso del estado.

Con una breve llamada, aseguro el regreso de Martín a casa esa misma noche, después de atender los delicados asuntos de su viaje. Era necesario diseñar junto a él un plan conjunto para regresar a Hernán al carril y a las buenas normas conyugales. Sólo así estaría tranquila. Los años de convivencia les habían enseñado los caminos y las formas para mantener el proyecto común de fortalecimiento de la dinastía Jonás.

Un poco antes de las nueve de la noche, el gobernador de Santa Cruz hacía su entrada en La Barca. Después de cambiarse de ropa y de comer un plato con dos rebanadas de melón se tendió en la cama junto a su mujer.

—Estuve pensando en las constantes travesuras de Hernán—confió a su esposa—. Él sabe bien que estos momentos son clave para el proyecto sucesorio. Tenemos sobre nosotros a todos los santacruceños y más que nadie, a los enemigos que esperan que demos un tropiezo. Ahora bien, lo primero que debemos hacer, es detener a costa de lo que sea, el romance que ya se le complicó con esa muchachita, hija del médico que fue funcionario del sector salud.

—Pero debemos ser pragmáticos y apelar a la inteligencia, que sabemos, es una característica de nuestro hijo—siguió explicando—. Creo que lo que tenemos que conseguir, es que Hernán deje de ver virtudes en ella, que además es agraciada en su aspecto y cualidades.  Pensé que si descomponemos ese escenario idílico entre ellos, podremos romper esa relación que ya lleva más de un año. Pero además, tú, como su madre, deberás hablarle con seriedad sobre el futuro de sus hijos, de nuestros nietos.

—Y creo tener una solución que no fallará—afirmó, convencido—. Fíjate que el padre de ella, trae algunas denuncias por incumplimiento del deber legal y también un molesto pleito de demandas con una belicosa periodista de Manantial, que incluso ha llegado a los juzgados. Por eso, dependiendo del resultado de tu conversación con nuestro hijo, tomaré una decisión sobre el futuro de ese hablantín excolaborador del cacique. Si es necesario, veré que se pase una buena temporada en prisión, y si tu hijo no recapacita, buscaré otras alternativas que hagan que desista de ese noviazgo que no conduce a nada. Debemos tener en cuenta, que la muchacha se verá obligada a pedirle apoyo a Hernán, que desde luego no brindaré cuando él me lo pida, aduciendo otros delitos cometidos por ese señor.

—También pudiera exigirle al padre—agregó, haciendo una pausa—que si quiere que lo ayude en su litigio con el gobierno, será a condición de que él y su familia entera, se marchen al otro lado del mundo, que bien pudiera ser Australia. Y si Hernán no capta el mensaje, entonces me veré obligado a actuar de una forma más enérgica con él y con ella y su familia.

—¿Y no consideras que resulta un tanto exagerada, tu decisión con respecto a esa pobre gente, que de ninguna manera es culpable de los pasos de la ambiciosa muchacha?—interrumpió Patricia—. ¡Porque a mí me preocupa lo que dirían los amigos y familiares comunes!

—Mira Paty, tienes que entender que en la alta política, los aspectos familiares y morales, a veces deben dejarse pasar con disimulo y cierto cinismo, porque no decirlo—contestó para apoyar su estrategia—. Y eso ocurre desde los tiempos inmemoriales. Lo mismo pasa con la mayoría de las grandes riquezas. Detrás de una gran fortuna, siempre existen grandes misterios, no lo olvides, querida.

—Por ejemplo, todo este revuelo por las rapacerías del cacique y su gente, ha permitido recuperar muy buenos dineros, que por desgracia, no pueden ser aplicados en las acciones del gobierno—confesó, mirando al techo de la recámara—. Es tan irregular todo este asunto, que todo lo recuperado, tiene que aplicarse también por una vía irregular. Nosotros, tú lo sabes, amor, no nos quedaremos con un solo centavo de ello. Pero lo que sí te afirmo, y te firmo, si así lo quieres, es que esos recursos, que suman hasta ahora más de diez mil millones que guarda Óscar, están disponibles para esparcirlos en despensas y apoyos sociales en todo el camino por donde pase Junior en su campaña a la gubernatura, que empieza este diciembre. Y lo que no debes olvidar, aunque sea desagradable, es que entre nuestro equipo, y en todos los demás, el dinero fácil es lo que motiva el despliegue de energías en favor de un candidato. Nadie trabaja por nada. Así es la vida.

Así continuó hablando Martín Jonás por varios minutos más, mientras observaba un cuadro de Velasco ubicado en la pared frente a la cama. Concentrado en su lúcido monólogo sobre el poder y las decisiones supremas, no se percató del momento en que su esposa fue vencida por el sueño y el cansancio, arrullada tal vez por el suave y enajenante discurso del hombre que tenía a su lado.

Continuará…

LA DINASTÍA DEL DESIERTO 

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